El duelo de los personajes tras la muerte
“Nuestros dolores son una isla desierta”. Así definía Albert Cohen en la obra El libro de mi madre el sentimiento ante la pérdida de su ser más querido. En ella nos recoge en esencia la individualidad del dolor; lo difícil que es predecir unos patrones para describir la forma de afrontar el duelo ante la muerte. Con ello seguramente nos esté introduciendo en uno de los retos más difíciles a los que tendrá que hacer frente el escritor en su novela.
Y desde luego que no existe un único camino para dotar a nuestros actores de esa pena que nace desde dentro. La complejidad puede estar, en el mejor de los casos, en no haber vivido una experiencia similar.
Cómo se vive el duelo
Existen generalidades que nos llevan a pensar que el dolor del alma se siente primero en el cuerpo. El llanto incontrolable, el nudo que se instala en la garganta o la opresión del pecho son algunos ejemplos familiares en las fases que acompañan al duelo.
La dificultad para todo escritor está en que lo que hagamos sea una acción que va más allá de contar. El autor tiene que recrear fielmente el dolor. Mostrarlo sin reservas y en todos sus estados.
Plasmará desde las sensaciones físicas más puras como la debilidad, el insomnio, la falta de deseos o ganas de comer hasta la impresión de estar navegando en un limbo, la culpabilidad o incluso el sufrimiento de sentir presente el olvido entre muchos otros.
Todo ello se tiene que mostrar. A fin de cuentas el duelo es “esa forma en la que procesamos el dolor” tal como definió el psicoanalista británico Darian Leader y son nuestros mismos personajes los que nos guiarán con su personalidad ante esta situación.
La clave está en que no hay que decirlo sin más, sino demostrar a través de evocaciones, escenarios o reacciones el vacío del alma que nos deja tras de sí la muerte.
Las fases del duelo
Para un escritor es muy útil encontrar un esquema en el que canalizar las emociones, aunque no siempre nos podamos servir de lo general. En su libro On death and dying, Elisabeth Kübler-Ross nos deja presentes las fases más características que se viven en el duelo y que de una forma u otra se tendrán que pasar.
1. Rechazar la realidad
La incredulidad está presente desde el principio. Ante un fatal desenlace nuestros actores entrarán de lleno en una nebulosa. Allí la primera demostración de su duelo será la misma negación de los hechos. Es una actitud completamente normal para esconderse de lo que es difícil de afrontar.
2. El enfado con el mundo
Cuando nos convencemos de que la ausencia va a ser permanente dotamos a los sujetos de ira ante su desventura. El enfado dará al narrador mucho juego al ser uno de los momentos de más fuerza e intensidad del relato.
Por lo general, se llega a sentir odio del dios o ser superior que ha permitido la tragedia y también del resto de mortales que rodean al protagonista e intentan que vuelva a sentirse cómodo en la rutina. El dolor de la normalidad será una de las situaciones más asfixiantes, pero también enriquecedora en el ritmo de la narración del duelo.
3. Las hipótesis del pasado
El “¿qué hubiera pasado si…”’ se hace real tras pasar la agitación de la fase anterior. Llegados a tal punto lo normal es que las representaciones se dejan mecer por los acontecimientos que se han precipitado. Ya no existe furia, sino un recuerdo melancólico.
El abatimiento cuestionará el tiempo pasado, las palabras que no se dijeron, los encuentros que no se materializaron y hasta la posibilidad de haber evitado el triste final. Resulta una espiral imaginaria muy destructiva que llevará al protagonista derecho al abismo.
4. Tristeza infinita
En este instante del duelo el vacío se hace insoportable. La certeza del no retorno y la comprensión de lo que es en realidad la muerte sumergen a los personajes en el desánimo más intenso.
El desgaste psicológico y físico se hace agudo. Y el hecho de salir del pozo será determinante para continuar el camino. Es probable que algunas de las figuras más débiles no superen nunca la presente fase. Su destino será que queden sus penas enquistadas o les terminen sepultando para siempre.
5. La reconciliación
Si se logra salir de la depresión, se consigue la oportunidad de volver a empezar. Se producirá la reconciliación con el mundo y el aprendizaje, a partir del duelo, de que la pérdida forma parte también de la vida.
Así el autor tendrá recursos para poder ofrecer credibilidad en el relato. No se busca seguir unas normas. Las emociones no entienden de barreras ni encorsetamientos. Y al final la misma experiencia y libertad son las que orientarán el guion.
Un instante puede ser suficiente para que cambie todo y por eso el escritor siempre encontrará los atajos para volver a recordar.
Nuestra pregunta
¿Cómo dotaríais de credibilidad la experiencia del duelo en un relato?