Características de la novela romántica y los 6 errores que debes evitar al escribirla
Se acerca la recta final de la recepción de manuscritos de Proyecto Iris. Estamos muy ilusionados con el rumbo de la convocatoria y nos encanta recibir manuscritos nuevos. Tras evaluar a fondo montones de ellos, hemos recopilado unos cuantos consejos para aumentar vuestras probabilidades de éxito al escribir novela romántica (también conocida como novela rosa). Consejos que tienen mucho que ver con conocer a fondo las características de la novela romántica.
No os diremos sobre qué escribir vuestras historias. Cada escritor tiene sus fortalezas y su estilo, y la romántica es un género tan diverso que cada uno lo aborda a su manera. Pero sí os comentaremos errores que vemos muy a menudo. Fallos que perjudican a vuestra novela en cualquier género, pero aún más un género con requerimientos tan claros como es la romántica.
La vie en rose. ¿Qué es la novela romántica?
He aquí la definición de la Wikipedia:
Además de la definición de la RAE, la asociación Romance Writers of America (Escritores Románticos de América) define las dos principales características de la novela romántica normas a las que las narraciones han de atenerse para considerarse de este género:
1. La historia debe centrarse en la relación y el amor romántico que surge entre dos seres humanos. La asociación estadounidense antes mencionada considera que, actualmente, no debe centrarse solo en el amor romántico heterosexual, sino que, según definen, la trama principal se refiere a dos personas que se enamoran y se esfuerzan en que su relación funcione. El conflicto en el libro se centra en la historia de amor. El clímax en el libro resuelve la historia de amor. Pueden existir otras subtramas, pero la historia de amor debe seguir siendo el tema principal.
2. El final de la historia debe ser positivo, dejando al lector que crea que el amor entre los protagonistas y su relación perdurará por el resto de sus vidas. Según la RWA, debe haber un «final emocionalmente satisfactorio y optimista». Las novelas rosas finalizan de tal manera que el lector se siente bien. Se basan en la idea de una justicia emocional innata, la noción maniquea de que la gente buena acaba siendo recompensada y la malvada es castigada. En una novela rosa, los amantes que se arriesgan a luchar por su amor y su relación acaban siendo recompensados con justicia emocional y amor incondicional.
Algunos matices sobre la definición de novela romántica
Es posible que algunos puntos de esa definición se hayan quedado un pelín obsoletos, o quizá se han simplificado por el bien de la brevedad. Por ejemplo, no es necesario que el amor surja entre dos seres humanos. Pueden ser aliens, seres mitológicos o delfines antropomorfizados; las posibilidades son infinitas. Tampoco tienen que ser solo dos si escribes poliamor. Pero que haya amor es la clave principal en las características de la novela romántica.
Y, aunque nos encantan los finales felices, también preferimos dejarte más libertad en ese punto. Si quieres darnos un amor trágico en el que todos mueren al final, adelante. Gastar cajas de pañuelos a golpe de lagrimal forma parte de nuestro trabajo como editores, y siempre hay a quien le gusta una buena tragedia. Véase, si no, Romeo y Julieta, un drama clásico que cumple con un buen puñado de las características de la novela romántica.
No obstante, por lo general, la novela romántica es el happy place al que acudimos para olvidar los dramas y el tedio de la vida real. Es ese pastelito tan rico con el que te recompensas después de un día duro, que te da un chute de azúcar mientras sacudes los hombros y dices «oioioi». Los finales felices suelen dejar más satisfecho al lector, pero preferimos que tú decidas qué tipo de final quieres para tu novela. Feliz, triste o agridulce, lo primordial es que sea satisfactorio.
La trama y las características de la novela romántica
Tras esta aclaración, volvamos al propósito de este artículo: hay mil formas de crear una historia romántica que funcione, pero también otras mil de estropearla. No entraremos en ortografía, ritmo o uso del lenguaje, sino en cuestiones de trama y personajes. Es decir, iremos al fondo de las características de la novela romántica.
Antes de nada, queremos aclarar que estos consejos se centran en lo que buscamos en Literup. Quizá en otras editoriales tengan un filtro distinto, pero es cierto que algunos errores, como los que mencionaremos a continuación, seguramente supondrán un problema para vuestra novela romántica allá donde la mandéis.
Es posible que al leer esta entrada os angustiéis y penséis: «Oh, no. Yo he cometido esos errores. ¿Se referirá a mí el artículo?». La respuesta es, en un 95% de los casos, no. Que no cunda el pánico; muy probablemente, no estamos hablando de vosotros ni de vuestro manuscrito. Al fin y al cabo, hemos titulado a esto «características de la novela romántica y errores a evitar cuando la escribes». Se trata de un contenido general.
Cualquiera puede cometer estos errores al escribir romántica (o cualquier género). Por eso quisimos escribir este artículo con la esperanza de arrojar un poco de luz sobre algunos agujeros en los que los autores caen con frecuencia. Agujeros aterradores que llevan sin remedio al lugar que escritores y editores temen por igual: el abismo de los manuscritos impublicables.
Empecemos por el más simple:
1. El romance no hace a la romántica: cuando la novela pertenece a otro género
Cuando te presentas a una convocatoria de terror, no envías tu fanfic cuqui de Barrio Sésamo. De acuerdo, algo así podría ser terrorífico según te lo montes, pero entiendes a qué nos referimos, ¿verdad? Si te piden obras de un género, lo correcto es ceñirse al género.
Por favor, no nos envíes esa novela suelta de cifi dura con la esperanza de «si cuela, cuela». Nunca cuela. Las editoriales reciben muchísimos manuscritos y a todos les dedican un buen rato de evaluación. Si les llega una avalancha de manuscritos que no cumplen las bases de la convocatoria, eso genera frustración y cansancio, tanto físico como psicológico. También perjudica a esa mayoría de escritores que sí respetan las bases y aplican las características de la novela romántica, pues los editores leerán sus manuscritos con mayores exigencias y menos energía. Y eso no es justo.
Hemos rechazado incontables manuscritos por esta simple razón: no eran romántica. Tenían un poco de romance, sí, pero con eso no basta. Que en una novela asesinen a alguien no la convierte en un thriller. Del mismo modo, un romance que sucede en segundo plano no hará que vuestro libro sea novela romántica. Una de las características de la novela romántica es que la historia de amor debe ser la trama principal. Aunque luego se mezcle con otras subtramas de varios géneros, como fantasía o terror.
Por ejemplo, la serie Outlander (basada en novelas de Diana Gabaldon) se podría considerar una novela romántica con ambientación histórica y sobrenatural. Tiene guerras, intrigas, viajes en el tiempo y eventos históricos a cascoporro, pero el núcleo alrededor del cual todo esto gira es la relación entre la médico de guerra, Claire, y el pluscuamperfecto highlander Jamie. Los conflictos bélicos y saltos en el tiempo que aquí aparecen nos importan, pero porque suponen un peligro para su romance. La gran pregunta de la historia no es: «¿Se acabará la guerra?», sino: «¿Lograrán estar juntos y vivir felices para siempre?». Ese detalle es lo que convierte Outlander en una historia romántica y no en un simple drama de época con toques sobrenaturales.
¿Cómo puedes asegurarte de esto en tu novela romántica?
Escribe la romántica como a ti más te guste. Métele drama, intriga y hasta asesinos en serie, lo que tú quieras. Pero, por favor, recuerda la primera de las características de la novela romántica: el romance debe estar presente desde el principio. Debe haber tensión intelectual, romántica y/o sexual (podéis ignorar la última si escribís romance sin sexo). No vale que en el epílogo se meta un beso entre dos personajes cuya relación ha sido casi platónica durante el resto del libro.
La novela romántica es, ante todo, sensualidad pura. Atracción. Química ardiente entre dos personas (o más, según prefieras). Si ya en el 50 % de la novela los personajes no han hecho más que darse un pico y la tensión entre ellos brilla por su ausencia… lo sentimos, pero no es romántica.
Si aún tenéis dudas respecto al género, investigad. Todas las librerías tienen estanterías abarrotadas de novela romántica, desde la más sosegada a la más tórrida. Buscad recomendaciones en internet, elegid varios títulos que os llamen la atención y leedlos. Con el tiempo, os familiarizaréis con los tropos, el ritmo, la pasión ¡y el resto de características de la novela romántica!
¡Uy! ¿Alguien dijo «pasión»? ¿Sí? Mozuelas, sacad los abanicos y algún que otro extintor, porque esto se pone candente…
… Ah, ¿no? Vaya. Y nosotros que veníamos por el salseo. Parece que nos encontramos ante el segundo fallo.
2. Menos sangre que una bicicleta: cuando el romance parece un crush de primaria
Seamos sinceros. La novela romántica no es un género que se lea por accidente. Quien añade a su carrito de la compra un libro titulado Fuego en tus caricias sabe exactamente a lo que va. Las lectoras del género no son tímidas; las autoras, menos todavía.
Queremos personajes con cualidades atractivas y defectos con los que podamos empatizar. Quizá Fulano y Mengana tengan mil razones para estar juntos y felices, pero hay un problema jodido que les impide conseguirlo durante gran parte de la historia. Un asedio, normas sociales rígidas, diferencia de clases, choques culturales, objetivos incompatibles, traumas turbios, familiares entrometidos, el apocalipsis nuclear…
Cread a dos personajes que se complementen a la perfección, pero que a la vez sean distintos como el día y la noche. Y luego obligadlos a pasar rato juntos. Esa fricción intelectual hará que salten chispas entre ellos, y nos llevará a escenas con… otro tipo de fricciones. La historia puede suceder en un mundo fantástico, en un castillo gótico, en el Tomelloso de los años 80, en las áridas llanuras de Marte, en la época actual… Las posibilidades son infinitas en cuanto a escenarios, personajes y dinámicas. Vosotros sois los autores. Elegid.
El sudor también es una de las características de la novela romántica
Solo os pedimos una cosa: hacednos sudar. Queremos menear los hombros y que las cejas se nos vayan a la coronilla. Que nos dé la risa floja.
Escuchad, no pedimos que en el tercer capítulo los personajes ya estén frungiendo como nutrias rábidas. El sexo metido con calzador hace tanto daño como la ausencia de química. Aunque una escena de sexo bien ganada es ambrosía pura, una historia sin escenas de cama también puede funcionar… siempre que compenses con una tensión romántica capaz de quemar las páginas.
Queremos fuego. Por desgracia, para muchos autores, el nivel de ardor rara vez pasa de la temperatura ambiente.
Los problemas de la timidez en la novela rosa
Imaginad a dos chicas, Juana y Paquita. Se conocen, se hacen tilín, pero se limitan a orbitar en círculos perezosos la una en torno a la otra. Su relación bien podría pasar por una amistad puramente platónica, ya que ninguna da el primer paso. Se sonrojan, se rayan al pensar en la otra. «Ay, qué guapa es. Ojalá se fijase en mí». Y dan vueltas y más vueltas a lo largo de la trama.
No hay nada que les impida estar juntas excepto la timidez y sus complejos. En algún momento se darán un beso muy tranquilito y estarán contentas porque «ay, qué bonito lo que estoy sintiendo». Quizá se acuesten fuera de escena una o dos veces. Hacen esas cosas que se supone que hacen las parejas, pero sin mucha chicha. Su relación se mueve hacia adelante sin altibajos, como una barquita por aguas mansas. Tienen tan poca salsa que, salvo por los picos ocasionales, Juana y Paquita bien podrían ser dos amigas que duermen en la misma cama por ahorrar espacio.
En cierto momento, el autor se da cuenta de que su novela va ya por el 80 % y aún no ha pasado nada extraordinario. Así que, para meter conflicto en una trama más bien tibia, hace que Juana y Paquita discutan por un malentendido forzado al máximo. Pasarán varios días enfurruñadas y luego lo arreglarán con una conversación. Superado ese «obstáculo» para su relación, se besan otra vez. Y la historia se acaba con ellas sonriendo y cogidas de las manos.
Y ya está.
Al cerrar el libro, el lector se queda con la sensación de que acaba de leer un romance narrado por alguien que de verdad, de verdad de la buena, no quería escribir romántica porque jijiji, le da mucha vergüenza.
El apocamiento es la muerte del romance. Los lectores no quieren barquitas en aguas mansas, quieren tormentas que amenacen con tragarse un navío a medio devorar por las llamas. Una trama en la que no sucede nada de mención no solo lo tendrá difícil para publicar con editorial, sino que rara vez logrará despertar alguna emoción en el lector, como no sea aburrimiento. Y eso es justo lo que autores y editores tratamos de evitar por todos los medios.
Hablando de aburrimiento y pasividad… A veces sucede que el problema no está en la trama. Ni siquiera en el escenario. Más a menudo de lo que creéis, el peor enemigo de un manuscrito es su propio protagonista.
En concreto, este tipo de protagonista…
3. El vampiro emocional: cuando el personaje principal te chupa las fuerzas sin dar nada a cambio
Para ejemplificar este punto, vamos a exagerar un poco. Os presentaremos a un personaje muy particular. Se manifiesta en todos los géneros y viene con muchos nombres, pero nosotros le llamaremos Penosio.
Todos hemos conocido a alguna variante de Penosio. Es ese amigo que nunca asiste a las quedadas, pero luego se queja de que le excluyen. Es el que convierte cualquier conversación en un monólogo sobre sus múltiples fracasos amorosos y, de paso te regala una lista completa de los complejos incapacitantes que le bloquean día tras día.
Hay que ver, qué desgraciado es Penosio. Le pasa lo mismo que a cualquiera de nosotros, pero a él le afecta más, porque… para qué explicarlo, si «nadie le comprende». Cada dos días sufre una crisis y necesita contártela para que le alivies la carga emocional. Por educación o quizás por empatía, le escuchas siempre que haga falta. Aunque tú tengas tus propios problemas y el simple hecho de hablar con él te deje agotado.
Le das ánimos a diario, le propones varias soluciones a sus problemas. Te has convertido en su terapeuta extraoficial y eso a Penosio le encanta porque tú, a diferencia de un terapeuta de verdad, no le cobras por horas. Y un día, tras meses (¡o años!), te das cuenta de que todo cuanto le aconsejas cae en saco roto porque en realidad esto no va a ninguna parte. A Penosio no le interesa solucionar sus movidas. Lo que quiere es casito infinito, y no sabe conseguirlo de otra forma que al grito de: «¡Ay, tengo pupa!».
Por qué Penosio no es una de las características de la novela romántica, sino un grave error
Por alguna razón, algunos escritores creen que poner a Penosio de protagonista en sus novelas es una gran idea. Lo que no sospechan es que, allá por la mitad del libro, el lector se preguntará: «Con la cantidad de aventuras que me esperan en la estantería, ¿por qué estoy gastando horas de mi vida en este tío que no hace nada salvo lamentarse?».
Penosio no destaca
Al igual que su contraparte de carne y hueso, el Penosio de la ficción no tiene talentos destacables. No es noble, guapo, carismático, gracioso, apasionado o especialmente listo. Tampoco es ruin, malvado o tóxico a morir, para darnos el gusto de odiarle.
El problema con Penosio es que rara vez su autor le concibe como un villano, sino como a un pobre antihéroe con el que «es fácil sentirse identificado» y al que hay que querer. Porque Penosio lo está pasando muy mal. Tiene la autoestima por los suelos, se siente incomprendido, no sabe qué quiere hacer con su vida, llora a cada segundo y, para colmo, el chico que le gusta ya tiene pareja y eso es una injusticia: «¿Por qué está con ese capullo? ¡Yo soy más majo que él!».
Penosio no actúa
Hay mil formas en las que un personaje puede afrontar estos problemas, unas más sanas y otras con consecuencias desastrosas (pero divertidas para el lector). Sin embargo, nuestro protagonista rara vez intentará alguna porque el Penosio común es, ante todo, un ente pasivo, paralizado por la cobardía y el autodesprecio. Este personaje rara vez hará algo que afecte a la trama y la mueva hacia adelante, pero ¿cómo podría? Está demasiado ocupado pensando y sintiendo cosas.
Esto da como resultado capítulos de puro relleno donde el protagonista rumia sobre los agravios que ha sufrido a lo largo de su vida, elucubra sobre sus múltiples defectos y se lamenta por ser tan apocado en el amor. El lector intuye que perdida entre tanta paja (mental) hay algo parecido a una trama, pero no se hace ilusiones: él no la va a catar. Penosio no se lo permitirá.
Penosio solo llora
Él no ha venido a contarle una historia entretenida, sino a rebozarse en sus miserias triviales y arrastrarle consigo a ninguna parte. Aquí lo que importa es él, él y él; no la trama. Demasiado tarde, el lector descubre que no es un lector, sino el terapeuta involuntario de Penosio, y estas horas tampoco las va a cobrar.
No nos malinterpretéis. Cuando están bien escritos, los personajes patéticos y tóxicos son una delicia de leer. Véase Lolita, de Vladimir Nabokov; You, de Caroline Kepnes; Carmen, de Próspero Merimée; Perdida, de Gillian Flynn; El túnel, de Ernesto Sabato; Cumbres borrascosas, de Charlotte Brönte… La lista sigue.
Pero ¿cuál es la diferencia entre Penosio y los «héroes» de estas novelas? Que sus protagonistas toman decisiones y las llevan al límite. Hacen cosas y la lían pardísima. Cambian drásticamente sus vidas y las de quienes los rodean y, a menudo, les llueven guantazos por todos lados porque sus actos tienen consecuencias. En cada capítulo, la trama da un gran paso adelante, el conflicto se eleva, suben las apuestas en contra del protagonista. Que sus objetivos sean o no loables no importa; queremos ver qué movida se le ocurre en el siguiente capítulo.
Y seguro que os habéis fijado en otro detalle: no son novela rosa.
¿Por qué Penosio no funciona como protagonista de novela romántica? Las razones abundan, pero nos limitaremos a unas pocas:
a) La lástima es kriptonita para la atracción
Por mucho que él (o el autor) crea que se lo merece, Penosio no inspira simpatía, sino hastío. Si es lo bastante tóxico, provocará un sentimiento mucho más cruel: repulsa. U odio, directamente. Pero no el odio gustoso que genera un buen villano, sino el aborrecimiento que lleva a abandonar el libro.
Recuerda las características de la novela romántica: su lector busca pasión, ternura y salseo. Por supuesto, la romántica puede tener drama por un tubo, traumas, catástrofes, malas decisiones, lo que queráis. Nos molan los personajes vulnerables, nos chifla cuando la relación entre los protas sirve para fortalecerse mutuamente. No por nada el hurt/comfort es un tropo tan popular en el género. Pero para compensar la tragedia, debe haber cantidades industriales de deseo, tensión sexual/amorosa, escenarios que evoquen sensualidad y una conexión auténtica, palpable, entre los protagonistas. Ambos deben tomar decisiones y dar pasos en la relación. Y, lo más importante, debemos vivir la historia desde ambos puntos de vista.
Los dramas realistas y las historias de autosuperación son temas muy válidos, pero en Iris buscamos novela romántica. Si las interacciones más importantes entre vuestros protas se pueden resumir en «Penosio llora por sus inseguridades y su interés romántico le consuela», algo falla. La pasión no puede flotar en un aire saturado por el llanto, la congestión nasal y el derrotismo. No por mucho tiempo.
Lo cual nos lleva a:
b) La codependencia no es amor
A menudo, el prota es una versión descafeinada y más agradable de Penosio. Tiene alguna cualidad positiva, algún talento o propósito en la vida. También se queja menos. Por desgracia, sigue sepultado bajo sus traumas, complejos, carencias afectivas y es más pasivo que un erizo de mar. Por su naturaleza, este personaje es incapaz de buscar el amor por su cuenta o tomar decisiones arriesgadas. Así que espera, espera y espera, encerrado en su caparazón. Y nosotros esperamos con él mientras echamos miradas furtivas al reloj.
Pero ¡sorpresa! Enseguida aparece la salvación en forma de un personaje sexy y extrovertido. Lo llamaremos Fabricio.
Sin ningún esfuerzo por parte del protagonista, Fabricio se enamorará perdidamente de él en un tiempo récord. En palabras de Fabricio: «Aunque tú no te des cuenta, yo sé que eres la Octava Maravilla del Mundo» (de esto hablaremos más adelante).
Fabricio no es una solución, es otro problema
Por norma general, cuando se conoce a alguien con muchos problemas, uno se lo toma con cautela, porque bastante tiene ya con los propios. Se ayuda a quien se puede, pero todo el mundo acarrea su parte y la vida ya es bastante dura como para cargarse a las espaldas el bagaje de un desconocido.
Así piensa mucha gente, pero no Fabricio. Porque él es un huracán, tiene energía como para arreglar sus propios problemas y los del protagonista sin despeinarse ni perder jamás la sonrisa.
El lector tendrá problemas para creerse a Fabricio, y por una buena razón: Fabricio no es una persona real. Es una manifestación física de los deseos del protagonista, creada para suplir sus carencias, dar los pasos que él no se atreve a dar y abrumarle con dosis sobrehumanas de validación. Es probable que Fabricio sea quien planee la primera cita, quien dé el primer beso, quien anime al prota a enfrentarse a sus miedos y quien se disculpe profusamente tras cada discusión de pareja (aunque la culpa fuese del prota).
Nunca tenemos muy claro de qué se ha enamorado Fabricio. De hecho, rara vez se nos dejará leer desde su punto de vista. ¿Y qué hay del prota? ¿Por qué se ha enamorado él? Las razones casi siempre se resumen en:
- «Nunca nadie había creído tanto en mí».
- «Es guapo y me sonrojo cuando le miro».
Validación no es amor
Eso no es amor. Es una persona con carencias importantes que se aferra al primero que le hace tilín porque ese personaje le brinda el chute de autoestima y motivación que tan desesperadamente ansía. No ama a Fabricio por sus cualidades, sino por cómo este le hace sentirse respecto a sí mismo. ¿Puede salir una relación de esta dinámica? Sí, pero no será muy sana, ni tampoco igualitaria. Hay una diferencia abismal entre amar a alguien y necesitarle «porque si no, no soy capaz de enfrentarme a la vida». Y nada de eso entra en la lista de características de la novela romántica.
Por favor, no nos malinterpretéis. Algunas novelas plantean relaciones de este tipo para luego darles la vuelta y transmitir, precisamente, el mensaje de: «Para amar a alguien, primero es necesario amarse a sí mismo». Eso está genial. Sin embargo, estos casos son excepciones, y por norma general se trata de otro tipo de historias, no novela rosa.
Cuando Fabricio existe sobre todo para cumplir la función de un terapeuta o de un hada madrina sexy, conviene darle un buen repaso a nuestra novela romántica.
Hablando de hadas madrinas…
4. Tu felicidad me importa más que nada, bebé: cuando el protagonista es el centro de su universo
Regresemos con Penosio o, en su defecto, una versión más simpática del mismo. Si hay algo que jamás le falta a un protagonista como él, es su grupo de apoyo. Este grupo lo componen amigos, parientes, compañeros de trabajo y, por supuesto, el interés romántico (aunque tenga pareja por otro lado).
De acuerdo, esto es aceptable. Recomendable, incluso. Todos tenemos a alguien en quien apoyarnos; de lo contrario, nuestra vida sería tristísima. Sin embargo, en el círculo social de Penosio sucede un fenómeno extraño: él no puede hacer nada mal. Le adoran. Porque sí, porque él lo vale. Aunque no haga nada por ellos.
Os mostraremos un ejemplo de la típica interacción entre Penosio y sus seres queridos. Es posible que hayamos exagerado, pero no mucho:
Penosio está en su cuarto con su amiga Fulanita.
—Fulanita, no sé qué hacer. Creo que ninguna carrera se me daría bien.
—¿Cómo que no? ¡Con el potencial tan bestia que tienes! Podrías sacarte cualquier carrera con matrícula de honor, y todos en este pueblo lo fliparían.
—Nadie me quiere.
—¿Pero qué dices, tontorrón? Si tus padres y tus amigos te adoramos. Haríamos cualquier cosa para que fueses feliz. Fíjate, el otro día Fabricio se salió de la sesión de quimio por ti. Cruzó media ciudad en bicicleta, compró una caja de muffins y se plantó en tu piso para consolarte cuando te dio aquel ataque de nervios después de que alguien te llamara «feo» en Twitter.
—No sé. No le veo muy comprometido. Quizá no me quiera tanto.
—Pues si no es capaz de saltarse la quimio por ti, más tonto es. Te mereces que te adoren. Ay, Penosio, si tan solo tú te vieras con nuestros ojos, sabrías que eres la persona más increíble que hemos conocido.
—Me veis así porque no me conocéis. No puedo cumplir vuestras expectativas.
Penosio se deshace en sollozos mientras abraza su almohada.
—Oh, cariño, ven aquí. —Fulanita le abraza—. Caray, ¿sabes lo que más admiro de ti? Lo sensible que eres. Ojalá yo tuviese el valor de llorar tan fuerte y tan a menudo como lo haces tú.
Penosio llora cual grifo averiado. De pronto, Fabricio entra en la habitación e, incapaz de contener su amor al ver la nariz roja y brillante de Penosio, se abalanza sobre él y le da un morreo.
—Oh, Penosio, perdóname por haberte desatendido tanto.
—¡Me siento tan solo y abandonado cuando me dejas para irte al hospital! No quería que lo notases, pero ya no puedo disimularlo más…
Fabricio le estrecha entre sus atractivos brazos. Él también solloza, preso de los remordimientos.
—Te prometo que, de ahora en adelante, estaré siempre ahí para lo que me necesites. Que le jodan a la quimio, tu felicidad es lo que de verdad me importa. Prefiero morir en dos meses que pasar un solo día más alejado de ti.
Se besan una vez más. Fabricio se arranca la camisa para limpiarle las lágrimas a su amado. Fulanita llora también de la emoción. Los padres de Penosio aplauden desde el pasillo, anegados en lágrimas. Y, por fin, Penosio se siente mucho mejor.
Imaginad cómo sería tener de amigo a alguien que siempre está de bajona y al que todo se le hace un mundo. Por mucho que le quisierais, sería agotador. Os frustraríais, os enfadaríais. Llegaría un momento en que le diríais: «Espabila, porque yo no puedo tirar más de ti. Tengo mis propios problemas».
No. Mal. En el grupo de Penosio, esto es inconcebible. Él es una víctima, y las víctimas nunca tienen la culpa de nada. Hay que protegerlas. Y, para demostrarlo, el escritor rodea a Penosio de personajes que le tratan como si fuese de porcelana. Si alguno de ellos se hartara de la situación y se pusiera serio con Penosio, las consecuencias serían inmediatas. Porque los personajes como Penosio no dudan en revolverse contra los que han estado siempre a su lado, a las buenas y las malas. A menudo, culparán a los demás de sus malas decisiones, acusándolos de ser los causantes de su miseria (¿pero qué?). Es probable que hasta adopten comportamientos autodestructivos, llegando a poner su vida en peligro para darles un susto a todos y recordarles (tanto a sus amigos como al lector) que, si hay aquí una víctima, ese es Penosio.
Ha llegado el momento de hablar sobre las reacciones tóxicas.
5. Pues ahora me bebo un bidón de gasolina: cuando el personaje carece de inteligencia emocional
No somos perfectos. A veces tomamos decisiones tontas. ¿Quién no ha hecho algo impulsivo en la adolescencia, o incluso a los veintipocos? A veces uno se pone borde sin razón, o se larga dando un portazo, o malinterpreta las palabras de un amigo. El conflicto mola en una novela, siempre que tenga cierta lógica. Al igual que la gente real, los personajes pueden reaccionar como necios ante una situación que los supera.
Pero hay necios y necios.
Pongamos otro de nuestros ejemplos. Imaginad que, al protagonista, Fulano, le gusta mucho Mengano. Quizá ha habido una pizca de instalove de por medio. En fin, no es nuestro tropo favorito, pero peores cosas se han visto.
La trama da un vuelco, los dos se irritan y tienen una discusión tonta que acaba en llantos. Fulano se siente traicionado, despechado. Oh, el drama. La intensidad. Y ahora qué. Hasta ahora vamos cumpliendo con las características de la novela romántica, pero, repetimos: ahora qué.
Si Fulano tiene un mínimo de madurez, se comportará con dignidad y ventilará su ira como mejor pueda. Quizá se le vaya un poco de las manos, se emborrache y componga un par de tangos. Al día siguiente, ya más tranquilo, buscará a Mengano para arreglar el asunto o, si sus diferencias son insalvables, cada uno se irá por su lado hasta que la trama los obligue a reencontrarse
Es cierto: la intensidad y el conflicto molan. Todo autor de romántica aspira a escribir una historia plagada de momentos apasionados donde las emociones hacen estragos en los personajes. El problema es que, en ocasiones, cuesta ubicar la línea que separa la impulsividad de la inmadurez más ridícula. En consecuencia, los personajes reaccionan como auténticos majaderos.
Fulano se siente despechado a raíz de una discusión. ¿Cómo reacciona? Tú decides, eres el escritor. Pero, por favor, si queréis que Fulano conserve la simpatía de los lectores, y reaccione de acuerdo con las características de la novela romántica, no hagáis que:
- Salga de juerga y se pille un coma etílico como llamada de socorro.
- Se lance a las calles a recibir favores sexuales de desconocidos.
- Llore encerrado en su cuarto durante una semana.
- Le ponga los cuernos a Mengano (si están en una relación).
- Arremeta contra sus seres queridos culpándolos de sus miserias.
- Se endeude hasta los ojos.
- Intente poner su vida en grave peligro.*
*Este último punto es difícil de tratar, pero no nos queda más remedio.
6. Ahora sabrás cuánto me quieres: cuando el protagonista amenaza con quitarse la vida y es recompensado
No pasa nada por tratar el tema de la salud mental en vuestras novelas (incluso en romántica), pero recordad que es un tema delicado que no siempre ha contado con la representación más adecuada. Por eso debemos evitar clichés dañinos. Y, sí, es posible hacerlo teniendo en cuenta las características de la novela romántica y evitando la romantización.
De vez en cuando, al leer una novela nos encontramos con que al protagonista se le ponen las cosas difíciles. Quizá ha metido la pata y sus amigos están enfadados con él, o tal vez alguien le ha hablado sin mucho tacto y ahora él se siente como la víctima de una injusticia (tenga o no razón). La situación varía de una novela a otra, pero la base siempre es la misma.
Queda poco para que se acabe la novela y el protagonista necesita que los demás:
a) Se den cuenta de hasta qué punto le quieren.
b) Se den cuenta de lo abandonado que le han tenido, sin pararse a pensar en sus sentimientos.
c) Olviden algo malo que él ha hecho sin que tenga que trabajar para ganarse el perdón.
d) Descubran lo mucho que les aterra la posibilidad de perderle.
e) Cualquier combinación de las anteriores.
Así que el personaje hace algo extremo: pone su vida en peligro y les da a todos un susto de muerte. En la escena siguiente, despierta en una camilla, rodeado por sus seres queridos. Están arrepentidísimos (tuvieran razón para ello o no) y se disculpan entre sollozos por haber sido tan insensibles con él. «Qué horror, ¡creíamos que íbamos a perderte!». Ahora le quieren todavía más, y ya nunca, nunca jamás, se separarán de él.
Esto está mal.
Se nos presentan estas acciones como una vía rápida de ganarse el amor incondicional de los demás. No es buena idea premiar los comportamientos autodestructivos. Existe una diferencia entre cuidar a una persona que padece un trastorno y escribir que ese padecimiento sea causa y motivo de amor. Porque esto último es romantizar el trastorno.
Curiosamente, estas escenas las tienen personajes a los que no se les ha atribuido ningún trastorno a lo largo del libro, o no se han dado pistas que preparasen al lector para un acto así. En estos casos, el recurso de la autolesión no se usa para hablar de la salud mental, sino para conseguir que el protagonista se gane el afecto de los demás mediante una acción dramática de alto riesgo. Tal vez el autor pensó que hacía falta intensidad en la trama, o no se le ocurrió otra forma mejor de solucionar el punto álgido de su novela. La mayoría de las veces, el protagonista no es consciente de por qué hizo lo que hizo, pero la maniobra siempre le sale bien, y «eso es lo que importa».
Un acto así tendría resultados muy distintos en la vida real. Por favor, no distorsionemos la realidad de la salud mental romantizándola en la ficción.
Pero no os preocupéis…
Es imposible escribir la novela perfecta. Con escribir una buena vamos más que sobrados, y solo eso parece que cuesta un mundo. Nadie dijo que la escritura fuera fácil, pero confiamos en que estos consejos os ayuden evitar esas trampas que son veneno para vuestros manuscritos. Y que a partir de ahora tengáis más claras cuáles son las características de la novela romántica (amor, pasión, electricidad, sudor, intimidad).
Una vez más, os animamos a que nos enviéis vuestras historias. Y por favor, si tu novelette no pasó el corte, no te desanimes. No significa que vuestro libro fuese malo; las razones por las que se declina un manuscrito son muy diversas. Quizá no encajaba con nuestra línea o no se correspondía con el género que pedíamos. Fuera cual fuese el motivo, recordad que todo escritor recibe montones de «no» antes de recibir un «sí». Seguid practicando. Leed mucho, analizad vuestros libros favoritos y aprended de ellos. Escribid lo que os haga felices y, con tiempo y esfuerzo, haréis igual de felices a vuestros lectores.
Recomendaciones que cumplen con las características de la novela romántica
Por si os apeteciese estudiar un poco el género o encontrar nuevas lecturas, hemos reunido una serie de recomendaciones románticas para vosotros. No necesariamente son las mejores o más famosas, pero las conocemos y podemos votar por su calidad. Creemos que son buenos ejemplos de novela rosa.
Histórica
- Siete días de locura, de Tessa Dare
- Los Hathaways, de Lisa Kleypas (5 novelas)
- La antigua magia, de Lisa Kleypas
- Señor de mi deseo, de Nicole Jordan
- Un hombre para mí, de Johanna Lindsey
Contemporánea
- La mujer del viajero en el tiempo, de Audrey Niffeneger
- Sunstone, de Stjepan Šejić
- Cosas del destino (I): El diario de Claire Lewis, de Cris Ginsey y Anna Pólux
- La vecina perfecta, de Nora Roberts
- Rojo, blanco y sangre azul, de Casey McQuiston
- Abiertamente hetero, de Bill Konigsberg
- Proyecto Bruno, de Ana González Duque
Comedia
- Si me dices que no, de Ava Draw
- No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, de Laura Norton
- Del amor y otras pandemias, de Myriam M. Lejardi
Fantástica
- Un encantamiento de cuervos, de Margaret Rogerson
- Asesino de brujas, de Shelby Mahurin (3 libros)
- The Dark Queen, de Susan Carroll (6 libros)
- Destrózame, de Tahereh Mafi (6 libros, pero podéis parar en el tercero)
Como veréis, abundan las historias de Regencia y derivados anglosajones. No tienen nada de malo, pero son lo más típico. Vosotros podéis ambientar vuestras novelettes donde queráis y cuando queráis y, de hecho, se valora mucho la originalidad en ese aspecto. También notaréis que la vasta mayoría de lo que hay ahí afuera son romances hetero (por algo se concibió el Proyecto Iris).
Por supuesto, entendemos que, por extensión, una novelette no puede permitirse la complejidad ni el ritmo de una novela (o, ya puestos, ¡una saga entera!), así que tampoco os los pedimos para Iris. En ese aspecto, somos realistas. Pero sí que podéis fijaros en los elementos que aparecen en novelas de este tipo. Estudiad qué os funciona y qué os parece obsoleto en los tiempos que corren, y transformadlo con vuestra creatividad para crear una novelette fresca y adictiva.
Nuestra pregunta
¿Qué características de la novela romántica crees que son más importantes para tu novela?