Muchas Gracias.
Al estar en el extranjero, no me deja adjuntar un documento.
Era mi primer relato, no quiero sacar más cosas porque es una historia con moraleja sobre el enamoramiento y el amor romántico que tanto nos venden actualmente. Lo mal que puede acabar todo, solo por sentir sin conocer a la otra persona y también sobre las relaciones de dependencia.
Si no ha salido así, lo siento. Seguiré trabajando.
He quitado algunas cosas y queda así:
Ernesto volvía del trabajo muy cansado, sus pasos se oían desde lejos como si la tierra retemblase en cada pisada. Intentaba apurarse para llegar a casa, la noche empezaba a caer.
Al abrir la puerta, vio las maletas y una gran inquietud se apoderó de él, empezó a autocuestionarse, todavía su cabeza estaba dando vueltas cuando le preguntó a su esposa:
—¿Vas a salir Rosa?
—Me voy, Ernesto.
—¿Volverás?
—Me marcho para siempre.
Un mazazo; un puñetazo en el estómago que lo dejó sin aire con el que llenar los pulmones. Intento abrazar el cuerpo amado, retener entre sus brazos a su mujer. Ella dio un paso atrás, poniendo un universo de distancia entre ellos.
—No te acerques, Ernesto.
—Siéntate y lo hablamos. Te juro que no entiendo nada.
—Hay poco que entender. No puedo más, de verdad que no.
El sonido del claxon fue como un trueno y ella se marchó rauda hacia el taxi.
Ernesto se fue a la cocina a tomar algo, las tripas le rugían como leones hambrientos.
Una vez saciado el apetito, volvió sobre sus elucubraciones: << ¿Qué he hecho?, Si yo la quería, ¿Con quién me he casado?, ¿Ella me quería?, ¿Por qué se fue?…>>
Cerca de medianoche alguien llamó al timbre y se acordó de su hija Raquel, que se había quedado estudiando en la biblioteca por los exámenes finales. Nada más verla se abrazaron como si nunca se hubieran visto y el tiempo se detuvo.
—Hija, Rosa se ha marchado.
—Papá, me tienes a mí, nunca me iré.
Esa noche Raquel había escrito en su diario:
Hoy es el día más feliz de mi vida, aunque mi padre no lo entienda. ¡Por fin soy libre!
Ya no más humillaciones, gritos, contestaciones prepotentes… Hoy empiezo una nueva vida con mi padre, el único que me ha cuidado y se ha preocupado por mí desde que te fuiste al cielo mamá.
Se levantó temprano, preparó el desayuno que más le gusta a su padre y se lo llevó a la cama.
Ernesto abrió los ojos mojados y cuando vio a Raquel, que venía radiante con la bandeja del desayuno, se preguntó si no seguía soñando. Una chispa se encendió en su corazón y comenzó a caldearlo, los tirabuzones de ella le recordaban a su primera esposa, a que el cáncer le arrebató tan pronto.
Él intentaba digerir todo el cúmulo de emociones que en tan poco tiempo había sufrido, se cambió y se fue a la oficina.
Mientras estaba resolviendo un problema de la fotocopiadora, los recuerdos de las conversaciones con sus empleados reverberaron en su cabeza como cantos en una iglesia.
<< No deberías seguir en esta relación>>
<<Rosa no es trigo limpio>>
<<Pedro, no seas tan duro, se le ve muy enamorado>>
<<Por eso mismo, Amanda, ella no le conviene>>
<<No visteis la cara de Raquel aquel día, parecía un alma en pena>>
Y otras voces que en su momento no les dio importancia, pero ahora le hacían reflexionar sobre estos tres años de matrimonio.
Se sintió muy mal, empezó a llorar. Al cabo de media hora le escribió un mensaje a Raquel avisándola de que llegaría tarde y aprovechó para indagar en los puestos de sus empleados. Abrió los cajones, miró algunas mesas por saber más sobre Rosa y esos avisos que ignoró. Una sospecha comenzaba a abrirse camino en su mente.
De regreso a casa, iba meditando sobre todo lo acaecido y se culpó a sí mismo de ser como era.
Raquel hizo todo lo posible para que su padre estuviese bien, barrió la casa, hizo la colada, ordenó su habitación y durante ese finde se comportó como una adulta responsable y no la adolescente de dieciséis años que era. Ella seguía dolida, pero no quería que a su padre le pasara nada.
Esa noche escribió en su diario:
Querido diario,
Parece que el rescate está surtiendo efecto. Mi padre se recupera poco a poco, no será fácil quitarle la venda que ha llevado estos años. No le culpo por lo sucedido, ni siquiera por mirar a otro lado respecto a mí. Rosa es muy atractiva, también yo fui presa de su fulgor, pero enseguida me di cuenta de su actitud y sus intenciones. Ella tenía muchos encantos, una “femme fatal”.
La lucha sigue, espero recuperar al Ernesto de antaño.
El lunes amaneció y Ernesto llegó puntual al trabajo. Los empleados estaban muy serios y el secretario le entregó un burofax. Al leerlo casi se desmaya. Su empresa, a la que tanto había dedicado durante estos años, que era como una segunda hija para él, se enfrentaba a una multa millonaria y lo que más le dolió fue ver el apellido de Rosa debajo de la firma.
Convocó una reunión e informó de todo a cada departamento. Su cabeza armaba ese el puzle buscando la manera de afrontar ese gran desafío sin despedir a los empleados. Él, que había visto la necesidad reflejada en los ojos de sus trabajadores, que los había acompañado en los momentos importantes, dado facilidades para conciliar el trabajo con la familia, no quería fallarles.
Al finalizar, se acordó por unanimidad una reducción de sueldo, los servicios de un abogado y él suprimió su sueldo durante seis meses para pagar plazos la multa.
Nada más llegar a casa encontró a Raquel leyendo en el salón y le dijo con el corazón en la mano:
—Hija, estoy con el agua al cuello. Rosa hizo un desfalco. Ahora tendremos que ir a los comedores sociales.
—Papá, no me importa. En todos estos años no me ha faltado de nada y, aunque no he tenido caprichos, el amor tuyo y el de mamá ha sido lo mejor que me ha sucedido.
—Sí Papa, ya antes he hecho de canguro y he impartido clases particulares, y tengo muchos contactos. Gracias a ti, he aprendido a ganarme la vida y trabajar. Si ahorramos, con tu pensión de viudedad y la mía de orfandad…
Se abrazaron, ella le acarició el pelo, él se sentía orgulloso. Ahora se tenían los dos y por lo menos la casa estaba a su nombre. Aunque tuvieran que venderlo todo y el hogar se quedase vacío, saldrían adelante.
A medianoche Raquel escribió:
Querido diario,
Hoy es un día duro, no pensaba que esa arpía iba a hacer esto, sus manos son muy alargadas, lo tenía que haber previsto antes. Quiero a mi padre, aunque sea muy inocente y siento haber estado distanciada de él por mi rebeldía. Sé que mi comportamiento fue horrible y puede que eso fuese el motivo para que él buscase a alguien y pensase en que necesito una madre. Si hubiese hecho las cosas de otro modo, Sara no hubiera aparecido o él no hubiera querido que formara parte de nuestras vidas.
Ahora me toca asumir las consecuencias de mis actos y trabajar muy duro.
Todavía mi cuerpo tiene las marcas y hay heridas en mi corazón, pero tengo que ser fuerte que ahora mi padre es quien necesita más ayuda.
El miércoles mientras Ernesto revisaba los armarios de su casa, algo sonó a hueco y encontró un falso fondo. Nunca pensó que existía ese compartimiento. Empezó a sacar cosas de allí y encontró una fusta.
Estaba muy dolido por los descubrimientos. <<He vivido estos años una farsa>> <<No supe que Raquel estaba en peligro ni que Rosa era un monstruo>> << ¿Cómo alguien puede hacer algo tan horrendo?>> <<Soy un desastre de padre>>
Raquel pedaleaba de regreso a casa acompañada de un amigo cuando encontró a su padre atado a una cadena en la vía del tranvía.
Entre ambos consiguieron cortar la cadena y algunos de los viandantes les ayudaron a arrastrar el cuerpo de Ernesto a salvo.
Él estuvo mucho tiempo entre gente de batas blancas, cada tarde Raquel lo visitaba y le leía cartas escondidas que su madre dejó antes de morir. Estas cartas le habían ayudado a soportar ese infierno cuando su padre no estaba en casa. Ahora podrían ayudarle a él.